La ciudad que fue

RECITAL DE POESIA

A Oscar Hahn

Aquí están los poetas.
Han venido a decir cosas sencillas.
A decir: éste es el rostro de mi amor,
aquí está mi agonía cotidiana;
aquí, el rumor del trompo
con que juega mi hijo.
¡Y corazón adentro, tanta niebla,
tanta visión inalcanzada!

Han venido a escucharlos.
A esperar que ellos abran
la puerta del infierno,
que hagan bailar el sol sobre la mesa,
que descorran el velo de un trasmundo de sueño,
que muestren sus heridas.

Siempre fue doloroso
para mí el escucharlos
o estar entre ellos,
diciendo las palabras imperfectas
que quisieron coger una visión en vuelo,
la sensación exacta.

Escuchando, sentí a veces el ansia
de correr y correr hacia los bosques,
gritando hasta lo ronco,
clamando, preguntando:

¿Nada podrán hacer estas palabras,
no podrán detener la ola oscura,
el mar ardiente de la lava
que quieren desatar los carniceros
que juegan a los dados?
¿No podrán hacer nada,
aunque sean palabras de verdad
arrancadas con sangre,
palabras de esperanza
hechas con el fulgor de la mañana?


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