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Una ansia incontenible me lleva por las tardes
hacia las avenidas silenciosas,
hacia el oro sangriento de los parques.
Una ansia incontenible de tenderme en la tierra,
de acariciar el aire
de sentir que me llega entre sus pliegues
el clamor de mis valles,
el rumor de los montes floridos de arrayanes,
la honda queja del río
y el suave tremolar de sus cañaverales.
Lentamente, vencido, como un cristal de sombras,
el crepúsculo cae.
Voces frescas, alegres,
tiemblan bajo los árboles.
Acaso son las voces que yo busco,
lejanas voces mías, voces inolvidables
Ah, Santiago, más sola, más ausente
nadie cruzó tus calles,
buscando entre estos rostros presurosos
el rostro fatigado de mi padre,
añorando en la paz de tus jardines
el rojo grito de los copihuales.
iAh!, la nostalgia, la nostalgia inmensa,
llama de sal, tenaz, honda
iSaudade!
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